Tragedia en el tren de «El Encanto» Septiembre de 1963

El asalto al Tren de «El Encanto», también conocido como “Operación Olga Luzardo” u “Operación Ítalo Sardi”, fue un asalto ejecutado –según algunas versiones- por las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional –FALN-, el 29 de septiembre de 1963 en la estación “El Encanto” ubicada en uno de los tramos montañosos atravesado por el Gran Ferrocarril de Venezuela, cerca de la población de los Teques en el Estado Miranda.

Las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN) fue una organización guerrillera creada por el Partido Comunista de Venezuela (PCV) en 1962, como el brazo armado del Frente de Liberación Nacional, para dar forma a los nacientes grupos rebeldes que empezaban a operar en el país, para derrocar por la fuerza al Gobierno de Rómulo Betancourt.

Tras la política de pacificación y la legalización del Partido Comunista en 1969 llevada a cabo durante la presidencia de Rafael Caldera, quedan inoperantes los frentes guerrilleros comandados por el PCV. No obstante se mantienen vigentes las células de las FALN, que seguían al Partido de la Revolución Venezolana hasta finales de los setenta.

Según el ex oficial de la inteligencia cubana Ulises Estrada, la creación de las FALN se enmarcó en una política de apoyo de Fidel Castro a los movimientos armados de Latinoamérica, tras el triunfo de la Revolución cubana el 1 de enero de 1959.

​ La operación consistió en la toma por asalto de un tren que se dirigía hacia Los Teques, en la cual quince guerrilleros se enfrentaron durante breves minutos con efectivos de la Guardia Nacional.​ El móvil de esta operación fue la apropiación de unas armas, que –según- serían transportadas hacia Caracas y utilizadas para fortalecer dicha organización.

En 1960 Argimiro Gabaldón, también conocido como Comandante Chimiro, planteó en el marco del histórico III Congreso del Partido Comunista de Venezuela (PCV), -del que a su vez también fue secretario general y miembro directivo de la Junta Electoral-, la necesidad de acudir a la lucha armada entre otros mecanismos de combate inspirados en la experiencia cubana. Gabaldón crea entonces el primer foco guerrillero en La Azulita, población del estado Mérida, bajo el lema «Luchar hasta vencer».

El 30 de junio de 1962 renuncia al Congreso Nacional el diputado Fabricio Ojeda, enviando una carta de protesta al mismo y marcha hacia los Andes para organizar un frente guerrillero bajo el lema; «Hacer la patria libre o morir por Venezuela».

 La primera página de Últimas Noticias del 3 de enero de 1963 reseñó la alocución de año nuevo del presidente Rómulo Betancourt donde dijo: “No habrá amnistía”. El pronunciamiento dejó clara la poca disposición a indultar a los participantes en los intentos sediciosos del Carupanazo y el Porteñazo. En los días siguientes las protestas en el Congreso de la República fueron constantes y como medida de control ante la rebelión parlamentaria, Betancourt ordenó cárcel para los diputados miembros del Partido Comunista de Venezuela y del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR).

El asalto fue perpetrado por un grupo de once hombres y cuatro mujeres, miembros de la guerrilla venezolana (FALN), el tren objetivo del ataque estaba ocupado por alrededor de 400 personas. En el enfrentamiento entre guerrilleros y miembros de la Guardia Nacional resultaron muertos cinco funcionarios, ocho mujeres y dos niños resultaron heridos.​

El gobierno de Rómulo Betancourt, como respuesta al atentado, intervino en el Congreso Nacional y encarceló a los miembros de la dirección nacional de los partidos de izquierda que formaban parte de las fracciones parlamentarias, el Partido Comunista de Venezuela y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria. Entre los detenidos estuvieron; los hermanos Gustavo y Eduardo Machado, Jesús Faría, Pompeyo Márquez, Domingo Alberto Rangel, Simón Sáez Mérida, Jesús María Casal y Jesús Villavicencio. En los siguientes días apresarían a Pedro Ortega Díaz y Guillermo García Ponce.

A continuación compartimos con ustedes el testimonio de Luis Correa –cineasta-, entrevistado por el periodista Albor Rodríguez y publicado originalmente en el diario “El Nacional”, el 25 de Julio de 1997, tomado de los archivos del diputado Luis Barragán.     

Albor Rodríguez; Esta crónica terminaría aquí, si poco tiempo antes de cerrarla no hubiese aparecido, con sus ojos azules fulminantes, Luis Correa. Cineasta y escritor, en medio de una atmósfera de confesionario, es el protagonista de este diálogo. Gracias a él, muchas preguntas encontraron su respuesta.

Albor Rodríguez- La operación del asalto al Tren de “El Encanto” fue organizada por una Unidad Táctica de Combate (UTC) de la Brigada No 1, de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN). Recibimos la información de que iban a ser trasladadas unas armas en ese tren, y la brigada planificó la operación de forma tal que hubiesen el menor número de lesionados. Para el efecto se colocaron hombres y mujeres combatientes en ambos extremos de los vagones, de manera de poder neutralizar la actividad de los guardias que también iban repartidos en los vagones. En un momento determinado, a uno de los compañeros se le cayó un arma, y un guardia lo vio. Ahí empezó todo.

A.R- ¿No estaba previsto el enfrentamiento?

Luis Correa- No, no estaba previsto. Fue realmente un lamentable error. Al final no hubo ningún traslado de armas. Fue una operación fallida. Se tomaron diez sub ametralladoras Madsen, y un par de revólveres.

A.R- ¿No eran esas armas el objetivo?

L.C- No, el objetivo no eran las armas que llevaban los guardias, sino las que supuestamente estaban siendo trasladadas en el tren. En todo caso, se levantaron doce armas, con el lamentable resultado de cinco guardias muertos. Por la parte nuestra no hubo ningún herido grave. Del resto, nada más. Después vinieron las consecuencias: esta acción desencadenó una violenta ofensiva política por parte del gobierno.

A.R- ¿La operación estaba autorizada por el alto mando de las FALN?

L.C- Plenamente.

A.R- Entonces los que hoy dicen que nada sabían sobre “El Encanto”…

L.C- Hoy se dicen muchas cosas. Por eso yo llamo a ese período como el espejismo de la revolución. Hoy es muy fácil no asumir las responsabilidades de lo que pasó hace treinta años. Es muy fácil decir que fue una “operación por la libre”, como se decía en aquel entonces.

A.R- Hoy todavía se dice que fue un grupo anárquico que actuó sin el consentimiento de las altas esferas de las FALN.

L.C- Eso no es verdad.

A.R- ¿Teodoro Petkoff tuvo que ver con “El Encanto”?

L.C- No. En absoluto. Eso no quiere decir que Teodoro no tenga sus méritos en otros campos, pero esta operación en particular y con esta Brigada en particular, Teodoro no tenía nada que ver.

A.R- ¿Y Guillermo García Ponce?

L.C- Guillermo sí, porque él era miembro de las FALN y por lo menos estaba enterado.

A.R- ¿Cuántas personas realizaron la operación?

L.C- Siete.

A.R- ¿Mujeres y hombres?

L.C- Creo que dos y cinco.

A.R- ¿Es cierto que la tarea de las mujeres era entretener a los guardias?

L.C- No. Esa fue una acción muy violenta, y creo que se desarrolló en muy pocos minutos.

A.R- ¿Es cierto que se desarrolló justo en el momento de oscuridad absoluta, cuando el tren iba atravesando el túnel 10?

L.C- Saliendo del túnel.

A.R- ¿Qué no se ha dicho sobre “El Encanto” que crea importante decir en este momento?

L.C- Esa operación se bautizó con el nombre de “Toribio García”, un combatiente muerto. Del resto no hay nada extraordinario. Fue una operación, desde el punto de vista militar, sencilla, de rutina, como hubo tantas. Todo estaba planificado para que nadie cayera preso. Desde el punto de vista militar fue un éxito, aunque desde el punto de vista político haya sido un error, visto ya retrospectivamente.

A.R- En El Nacional del 12 de octubre de 1963 apareció un anuncio del MRI en el que se decía que habían sido identificado dos de los asaltantes del tren: Eliobardo Pérez (a) Elio, y Andrés Delfín Rodríguez.

L.C- Ninguno de los dos participó en la operación. Ellos eran combatientes, pero no tuvieron nada que ver con “El Encanto”. Estuvieron presos en el San Carlos sin tener nada que ver con eso. Supongo que había que justificar cierta eficacia judicial, pero ellos fueron dos chivos expiatorios. Posteriormente cayeron presos otros combatientes que estuvieron en el Tren del Encanto, pero por delaciones o por otras actividades.

A.R- También salió en esos días “Se busca vivo o muerto Máximo Canales”.

L.C- Tampoco tuvo nada que ver con el asalto. Él era de una brigada del MIR.

A.R- ¿La operación fue posteriormente revisada?, ¿Autocríticamente?

L.C- Sí, se vio el error que se había cometido.

A.R- ¿Y cómo definiría el error?

L.C- Como un mal trabajo de inteligencia, que condujo a ese infausto resultado. Era mentira que había una caja de armas en el tren. Sin embargo, para aquel entonces diez ametralladoras eran diez ametralladoras, más dos revólveres, más cuatro peinillas…

A.R- Se dice que mataron a los guardias por la espalda.

L.C- El dispositivo se había colocado de manera que los guardias quedaran encerrados entre dos fuegos. Y un hombre entre dos fuegos o muere por delante o muere por detrás.

A.R- ¿Los miembros de la unidad iban en un vagón concreto?

L.C- No, iban dispersos en varios vagones, igual que los guardias, a quienes hubo que irlos sometiendo rápidamente, vagón a vagón.

A.R- ¿Aparte del costo político, qué otras consecuencias cree que tuvo la acción de “El Encanto”?

L.C- Sirvió para unificar a la Guardia Nacional. Como todo en la vida, El Encanto tuvo sus partes negativas y positivas. Al gobierno le sirvió. Ahora, si se juzga sólo por el número de muertos, habría que preguntarse ¿cuántos muertos hubo en Puerto Cabello o en Carúpano?

A.R- Pero allí se entiende que hubo enfrentamientos.

L.C- Aquí también. Sui géneris, pero fue un enfrentamiento.

A.R- ¿Los guardias nacionales llegaron a disparar?

L.C- Por supuesto, pero no lograron herir a nadie. Incluso se combatió en las partes exteriores al tren, en los andenes, para evitar heridos civiles… Lo que pasó en “El Encanto” fue tan sencillo como se lo estoy contando. Claro, después adquirió un ribete político insospechado, acorde a los objetivos del gobierno. Mezclaron a Canales, mezclaron a Teodoro, mezclaron a todo el mundo, pero esa acción la hizo una UTC normal, ni siquiera fue una brigada extraordinaria. Desde entonces alguien señaló a Teodoro, pero es que han podido señalar a García Ponce, o a cualquier otro. Siempre se busca la descalificación del contrario. Y eso es normal dentro de las reglas del juego de la guerra. O de la guerrita, como queramos llamarla. Una guerra que costó bastantes muertos, y bastantes equivocaciones de parte y parte.

A.R- Y usted, ¿cómo ve esa guerra hoy en día?

L.C- Uno de sus problemas graves fue que a la dirección política del PCV -no quiero emitir juicios sobre el MIR- le faltó una cosa que se llama “decisión de partido”. Ellos jugaban a la guerra en un sentido, pero no tuvieron la decisión de enfrentar el problema en toda su magnitud. Era un juego dual, entre la guerra y la paz. El buró político tenía unas ideas, que tampoco transmitía; no estaba de acuerdo con la lucha armada pero a su vez la aupaba. Una contradicción flagrante, que fue una de las causas fundamentales de la derrota. Nuestra derrota fue, básicamente, una derrota política. No quiero decir con esto que la derrota política o militar sea más importante una u otra, sino que una vez que un movimiento está derrotado políticamente, sobran los fusiles.

A.R- ¿A su juicio, el asalto al Tren de “El Encanto” fue determinante para perder el apoyo que ustedes tenían en un sector de la población?

L.C- Tanto como aquella fotografía de un cura agarrando a un soldado herido en Puerto Cabello. El Encanto impactó a la opinión pública, y manejada con todos los medios que tenía el gobierno a su alcance, causó una erosión. Ahora, todo eso hubiese sido transitorio, si hubiésemos hecho otras cosas positivas. “El Encanto” no se puede ver como hecho aislado; en todo caso la población no le prestaba atención ni al gobierno ni a nosotros. El gobierno iba por un lado, nosotros por otro, y las masas por otro.

A.R- ¿Entonces las masas no eran sensibles a esa lucha?

L.C- No, si lo hubiesen sido, hubiésemos ganado. Pero tampoco eran sensibles al gobierno, que ganó las elecciones con Leoni y después las perdió con Copei. Por una operación no se puede juzgar una etapa en la vida histórica de un país. “El Encanto” fue una operación irrelevante. Se hicieron muchas otras de más envergadura, donde hubo más muertos, y no pasaba nada. Hubo errores de parte y parte. El gobierno también cometió bastantes barbaridades. Unas se sabían y otras no. Muchas no se saben todavía. En una etapa de enfrentamiento entre dos fuerzas, una grande y otra pequeña, cabe todo. El gobierno escribió la historia, porque fueron los vencedores. Pero la historia siempre se está reescribiendo, sólo hay que tener la paciencia para seguirla leyendo.

A.R- ¿Cuándo cree usted que fue la fractura decisiva de la izquierda venezolana?

L.C- En octubre–noviembre de 1963. Pero no por “El Encanto”, sino por las elecciones.

A.R- Señor Correa, ¿en qué brigada estaba usted?

L.C- Yo era el jefe de la Brigada No 1.

A.R- ¿Y todo lo que me ha dicho lo puedo poner con su nombre y apellido?

L.C- Totalmente. Yo asumo mis riesgos, y mis responsabilidades. ¿Qué me van a cobrar? ¿La vida?

Luis Correa falleció de enfisema pulmonar a la edad de 73 años el 25 de marzo de 2010. Ha sido el único cineasta venezolano en ser encarcelado por una película, luego de haber dirigido el muy polémico film; Ledezma, el caso Mamera (1981), la primera de las únicas dos cintas prohibidas por los tribunales, la otra fue El Inca, en tiempos del chavismo.

También dirigió Se llamaba SN (1978) y La matanza de Santa Bárbara (1986). Como autor, su primer libro fue; Fal Brigada Uno, un testimonial de las guerrillas en Venezuela. Durante el gobierno de Hugo Chávez, se desempeñó como Jefe de Seguridad de Petróleos de Venezuela (Pdvsa).

Por otra parte y haciendo referencia al tema; Guillermo García Ponce (+), miembro del aparato militar del PCV y en consecuencia directivo de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN) –brazo armado en el que coincidían las aspiraciones revolucionarias del PCV y el MIR–, sostuvo, como ha sostenido siempre, que la dirección de las FALN nunca ordenó que se ejecutara el asalto. Para él sólo dos explicaciones ocupan su cabeza cuando piensa en “El Encanto”: o fue una acción de un grupo anárquico, que actuó violando el Código de Honor de las FALN, o fue una acción propiciada por el gobierno –un acto de provocación o falso positivo–, para conseguir finalmente el allanamiento a la inmunidad de los parlamentarios que tanto deseaba Betancourt desde hacía mucho. Él mismo fue víctima de la medida cuando lo hicieron preso una semana después del arresto domiciliario a sus compañeros.

El Tren de “El Encanto” hoy, después de haber transcurrido 57 de aquel fatídico acontecimiento, no deja de ser un destino mágico en completo estado de abandono.

En tal sentido el periodista Ángel David Quintero escribió lo siguiente:

La historia de El Tren de “El Encanto” da inicio a la par de la creación del Gran Ferrocarril de Venezuela en 1894, siendo la tercera estación del ferrocarril en sentido Caracas – Valencia.

A inicios de la década de los 60 el gobierno decide destruir todos los ferrocarriles del país, debido a presiones de los Estados Unidos, quienes querían instalar sus fábricas de automóviles y neumáticos (cauchos) en Venezuela. Sin embargo, los pobladores de Los Teques, defendieron enérgicamente el tramo de “El Encanto” para que no fuera desmantelado.

Desde ese momento comenzaría el segundo renacer de el Tren de “El Encanto”, llegando a recibir a miles de temporadistas todas las semanas y convirtiéndose en un destino turístico obligatorio para venezolanos y extranjeros que se maravillaban disfrutando del paisaje a través del corto viaje.

El inicio del recorrido comenzaba en la estación Los Lagos, ubicada en el actual Parque Tren “El Encanto”, desde donde partía el tren adentrando a los visitantes en el interior de la montaña. Los pasajeros al asomarse por las ventanas se deleitaban al contemplar las cadenas montañosas de Los Altos Mirandinos, o por la gran variedad de plantas que solo se encontraban en la montaña encantada.

Después de un viaje de siete kilómetros, en el que solo se escuchaba el traqueteo del tren ligado al silbido del vapor saliendo por las chimeneas y al cantar de los pájaros en el viento, energía, como la de un oasis en el medio del paraje natural, la estación de “El Encanto”.

Al llegar a la estación y desabordar el tren los turistas podían degustar alguna de las comidas típicas del lugar en el restaurante de la estación, o tomar un chocolate caliente para sobrellevar el clima templado. Posteriormente, se podía bajar hacia alguna de las tres piscinas naturales donde se bañaban y además compartían con familiares y amigos.

El Tren de “El Encanto” era un destino turístico que se podía comparar con los más visitados de la región capital como la Colonia Tovar o el Waraira Repano. Sin embargo, a finales de la década de los 90 la falta de apoyo de las autoridades conllevó a su cierre y posterior abandono, acabando así con más de 100 años de historia que aguarda la montaña encantada y su viejo ferrocarril.

Desde el 2004, han sido iniciados por lo menos tres proyectos de recuperación de la infraestructura de las estaciones y el ferrocarril. No obstante, las contratistas siempre terminan por abandonar el lugar, dejando los trabajos incompletos.

La recuperación del Tren de “El Encanto”, significaría un gran aporte turístico para el estado Miranda y un espaldarazo hacia la cultura e historia de la Venezuela de antaño, que se cuenta en cada uno de los rincones de la estación.

En la actualidad se encuentra en estado de total abandono, a la espera de que las autoridades ferrocarrileras y gubernamentales hagan renacer, lo que en algún momento fue motivo de orgullo para todos los mirandinos, El Tren de “El Encanto”.

Radio Rescate