Retro-reseña: Libertador Morales, el justiciero.
Libertador Morales, el justiciero es una película estrenada en el año 2009 y dirigida por Efterpi Charalambidis. Posee una temática que resulta poco común en nuestro cine y es que, resulta ser la primera (y hasta ahora única) película de superhéroes de la cinematografía venezolana. La sensación de extrañeza que probablemente ahora se produce en el lector, fue la misma que germinó en muchas de las personas que en ese año supieron de este proyecto a través de su spot en televisión abierta. Las historias de héroes enmascarados que combaten el crimen organizado, valiéndose de coraje y habilidades sobre humanas, no son muy frecuentes en el panorama audiovisual nacional. El venezolano promedio no está habituado a leer cómics y tampoco presenta algún interés por ello. Esto es un hábito regular en nuestra sociedad, la cual, suele centrar su atención en historias con situaciones más realistas o que sean similares a su propio día a día. Por esto mismo, estamos ante un proyecto que quizás resultó un poco difícil de aceptar para el colectivo en su momento.
Esta historia se centra en Libertador Jesús Morales, un humilde padre de familia. Viudo. Mantiene a su madre y a su hijo adolescente con el dinero que gana como moto taxista. Sin embargo, este sujeto está lejos de ser un hombre corriente. O al menos, corriente dentro de su propio contexto de vida. Ya que es un hombre disciplinado en un ambiente laboral de libertinaje. Un individuo recto en una ciudad en la que abundan los sin vergüenzas y criminales. Y un autentico caballero en una sociedad con individuos que lo tomarían por ser cursi. Además de todo esto, resulta ser un gran admirador de Simón Bolívar, al punto de idolatrarlo. Es un hombre de ideales patrióticos. Interpretado por Rafael Gil, un actor de aspecto corriente. No es un hombre imponente ni intimidante. Tampoco resulta precisamente apuesto. Pero, para este caso, una elección de casting completamente acertada. Pues debe interpretar a un hombre común, sin pretensiones ambiciosas pero de gran nobleza. Un espejo en el cual, podría reflejarse cualquier otro hombre común. Esto con la intención de dotarlo con valores tales como la disciplina, rectitud y patriotismo. Valores que cualquier individuo corriente podría (y debería) tener. En un conjunto, su estructura y caracterización resultan similares a las de otros héroes que representan la moral y lealtad, como lo sería el Capitán América.
Libertador Morales no tiene la vida nada fácil. Profundizando más en la leve descripción reciente, debemos decir que su mujer fue asesinada por anti sociales, cosa que él tuvo que observar, desde la más pura impotencia. Su hijo Simón (José Manuel Suárez), creció sin amor materno pero con un gran resentimiento hacia su padre, a quien culpa de la tragedia. El joven, suele recurrir a la bebida y las malas amistades como consuelo. Las jornadas de trabajo de Libertador están lejos de ser agradables, pues tiene que lidiar con compañeros irresponsables que rara vez cumplen las normas básicas de transito. Los clientes, personas obstinadas, no lo respetan y lo toman por bobo, pues prefiere cumplir las normas de conducción antes que llevarlos más rápidamente a sus lugares de trabajo. Por si fuera poco, la zona en la que vive Libertador, es una de las más inseguras. Por lo que los asaltos a mano armada y robos a negocios están a la orden del día. Pero antes que tirar la toalla, Morales decide ponerse de pie y decir: Basta.
Escondiendo su identidad tras un casco negro. Vistiendo ropa de cuero oscuro y armado con el revólver que solía portar en sus días como policía, patrullará las calles a bordo de su fiel moto, cariñosamente bautizada con el nombre de la amante del libertador: Manuela Sáenz o en este caso, Manuelita. Surcando las peligrosas calles de Caracas, impartirá la muy necesitada justicia. Deseando proteger a quienes respeta y ama, incluyendo a la bella Daisy (Alba Valvé), una encantadora mujer que tiene conquistado el corazón de Libertador.
La historia pareciera ser la excusa perfecta para desembocar en frenética acción pero a pesar de lo que el lector pudiera imaginarse, lo cierto es que esta película no destaca precisamente por eso. La narrativa de este filme apela, en su lugar, por el drama generado por los propios personajes. Se trata de una apología a la ética y la moral por sobre el libertinaje y la falta de responsabilidad. Una historia acerca de los valores y el cómo estos deben prevalecer aun en tiempos difíciles. El antagonista principal ante estas ideas es el Inspector Linares (Jean Polanco), un desobligado supuestamente encargado de proteger a la comunidad pero que usa su cargo para encubrir sus propios intereses egoístas. El considera a nuestro héroe como un simple vigilante, un actor fuera de la ley, por lo que tratará de frustrar su labor comunitaria para poder cuidar, además, a sus amistades delictivas. Por otro lado, la amenaza más recurrente a la que Libertador debe enfrentarse es al criminal Manuel Elías alias ´´Chaparro«, interpretado por Yugui López, un actor que siempre llamó mi atención por su semblante siniestro y su costumbre de interpretar villanos en diversas producciones. Un actor de frías y calculadas actitudes que en una opinión personal, sería una buena elección para interpretar a Satanás en caso de llevarse a cabo una producción sobre el tema del cristianismo. Volviendo al tema que nos atañe, el interpreta al líder de la banda de ladrones que principalmente asalta los negocios de la parroquia. Morales se enfrentará a ellos a lo largo de escenas muy bien dirigidas en las que nuestro héroe frustra (usando su ingenio) cada golpe que esta pandilla pretende ejecutar, sin necesidad de utilizar mucha violencia en ninguna de estas.
A parte de los valores, otro aspecto a destacar son los sentimientos encontrados de cada personaje. El drama está presente en momentos en los que Libertador recuerda aquel nefasto día en el que perdió a su mujer sin poder hacer nada al respecto. Sin olvidar la tención en el hogar a la hora de cenar o charlar, pues su hijo Simón proyecta su dolor a la hora de culpar a su padre por la pérdida. Hay una escena potente en la cual, Libertador abre su corazón y le pide perdón a su hijo, entre lágrimas, por haber sucumbido ante el miedo en ese momento y no haber podido salvar a la mujer que ambos amaron. Pero averiguar que conllevó a esta escena, es algo que el lector debe averiguar viendo el largometraje.
El paladín de la justicia que interpreta Rafael Gil en este filme resulta ser muy similar a un ya olvidado personaje de la historia moderna venezolana llamado Apascacio Mata, un policía oriundo del estado Miranda considerado en su momento (y aun hoy en día, por quienes lo recuerdan) como el modelo a seguir para cualquier individuo que desempeñe el oficio de policía. Este hombre portó el informe y la placa entre los años 1964 y 1996. Durante ese periodo de tiempo, consiguió ser el oficial más condecorado en la historia de la ya extinta Policía Metropolitana. A pesar de ser muy poco conocida, la historia de esta persona resulta de gran interés. Apascacio es una figura de responsabilidad entre los policías venezolanos pero también de amabilidad y gentileza entre los civiles. Fiel a su labor, nunca hizo excepciones, ni siquiera ante el ex presidente Luis Herrera Campíns, cuyos escoltas fueron multados por Mata al haber ignorado una luz roja del semáforo. Capitulo anecdótico.
Raúl Briceño/rr.
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