El lenguaje obsceno en el cine nacional.

¿Por qué los actores dicen tantas groserías? Es una pregunta que se hacen muchos espectadores de nuestro cine venezolano. Quienes acuden a las salas con la intención de presenciar la nueva obra de Joseph Novoa, o de Elia Schneider, tal vez se entusiasmen por las emocionantes historias que son capaces de llevar a la pantalla grande pero se sentirán abrumados por la gran cantidad de agravios e improperios proferidos por los actores. Este vocabulario soez no se encuentra únicamente en las películas de atmosfera tensa, en realidad, también puede ser hallado en géneros como la comedia e incluso, el drama. Categorías que deberían servir como plataformas para el buen humor y la sensibilidad, respectivamente, pero que a veces hacen uso del lenguaje hostil para cumplir su cometido. De manera consciente.

Esta característica de nuestra cinematografía ha sido objeto de constantes críticas a lo largo de los años, las cuales señalan que el uso excesivo de vulgaridades convierte a las películas en productos ordinarios, de mal gusto. Los detractores más implacables, son capaces de afirmar que son obras desprovistas de cualquier aporte positivo para la sociedad. Estas posturas son pre juiciosas, carecen de bases sólidas y en realidad: Son falaces. Ideas producto de generalizaciones apresuradas.

Para explicar el por qué,  primero debo hacerles una pregunta: ¿El vocabulario obsceno resta calidad a una obra audiovisual? Me adelantaré a ustedes y responderé con una negativa. Ya que, en manos de un guionista hábil, el lenguaje soez termina por ser una herramienta útil a la hora de construir una atmosfera o emular un contexto en específico. Un buen ejemplo de esto es el de las cintas de acción. Tratándose de proyectos consistentes en formulas dinámicas y ritmo turbio, tenemos los ingredientes para armar una atmosfera tensa y es de esperarse que los personajes de la historia actúen acorde a ello. Los diálogos juegan un papel importante, ya que expresan los pensamientos y sentires de dichos personajes, en este caso, el tono del discurso no puede ser leve y pasivo.  Debe denotarse la tensión y adrenalina que brota, naturalmente, de los individuos en pantalla. Los improperios están justificados.

Sin embargo, el caso del humor, es muy distinto. Sucede algo curioso con el venezolano común: Una simple grosería es suficiente para hacerlo reír a carcajadas. A veces, incluso, la pronunciación de vulgaridades resulta más efectiva que un ingenioso chiste o un bien construido y elaborado sketch. Por ilógico que  pueda parecer, esto no está desprovisto de sentido. La forma de comedia más eficaz, es aquella que imita los factores de la vida cotidiana. Por lo que el espectador, es capaz de sentirse identificado y hacerlo reír, resultará más sencillo. Muchos de ustedes, seguramente conocen a Benjamín Rausseo alias ´´El conde del guácharo«, uno de los comediantes más famosos de nuestro país. En muchas de sus presentaciones, este hombre es capaz de despertar eufóricas carcajadas con tan solo relatar, de manera anecdótica, el que accidentalmente, aplastó su pulgar con un martillo mientras hacía reparaciones a su casa. Esta situación podría ser grimosa e incluso preocupante, en un contexto serio. Sin embargo, basta con escuchar a Rausseo gritar: ¡El coño de la madre! Como reacción ante este accidente, para comprender que se trata de una anécdota divertida y poder reírnos de ella. El acto de blasfemar, acompañado de gestos de dolor caricaturescos, provocan una reacción totalmente diferente a la que normalmente se obtendría con este tipo de historias. Este tipo de humor puede verse en sus películas, con buenos resultados.

Para respaldar mi punto, les contaré una experiencia personal: En una oportunidad tuve la dicha de asistir al cine a ver Papitas, maní y tostón de Luis Carlos Hueck. Fueron dos horas relajantes y divertidas de comedia al puro estilo nacional. Sin embargo, al final del metraje, se produjo un curioso evento. En la última escena, vemos a Miguel Ángel Landa interpretando a un abuelo cuyo nieto, que es aspirante a mago, está mostrándole un truco nuevo, el cual es tan desastroso que termina por llenar de papelillos el rostro de Landa. El colorido confeti incluso se metió en los ojos y la boca del pobre abuelo. Tras un silencio incomodo, el personaje de Landa termina por reprobar el truco con una cómica grosería, en tono de resignación. Acto seguido, se produjeron estruendosas carcajadas en el interior de la sala, por parte de los asistentes. Yo era el único que no reía, pues me asombraba la euforia que podían generar unas cuantas palabras mal sonantes. Especialmente, si son pronunciadas por un actor de porte maduro y respetable como Landa.

Como sabrán, queridos lectores, la comedia se basa en el dolor. En los casos antes mencionados, se hace evidente. Esta es la clave para crear un vínculo entre el espectador y la obra. Dicho vínculo  se fortalece al equipar la película con elementos de la vida cotidiana y… ¿Qué puede ser más cotidiano que las blasfemias? Incluso en el drama, podemos ser testigos de historias con elementos muy cercanos a la realidad. Contamos con personajes que luchan con los obstáculos de la sociedad para conseguir sus metas personales. Lógicamente, la atmosfera de éstas narrativas debe ser fácil de comparar con la de nuestro entorno personal. El ambiente monótono y tedioso que rodea al protagonista, así como sus frustraciones y angustias, pueden recordar a las del propio espectador. Por lo que la manera de pensar, actuar e incluso, para defecto de este artículo, la manera de hablar que puedan emplear los personajes, será muy similar a la de los miembros de nuestra sociedad.

Habiendo reflexionado acerca de todos estos aspectos, debemos recordar que el arte imita a la vida. De esta forma, podemos concluir que el vocabulario obsceno forma parte de nuestra basta y compleja lengua, que es nuestra forma principal de comunicación con la que desarrollamos nuestra rutina diaria. Por lo que resulta totalmente válido utilizar cualquier tipo de término o expresión, en un libreto creativo. Siempre y cuando, estas sean bien empleadas para reforzar el contexto de la obra. Nuestro cine nacional intenta, constantemente, reflejar nuestra propia realidad. Desafortunadamente, muchos venezolanos percibirán las vulgaridades como algo que conocen muy bien. Sin embargo, la calidad de las películas está más allá del léxico. Nuestra historia, cultura, valores y buena naturaleza también pueden ser halladas en la pantalla grande. Y tomando en cuenta la cinematografía nacional es crítica, osada y entusiasta, podemos estar orgullosos de que se parezca a nosotros.

Raúl Briceño. / rr.