Tagedia en Maroa. Caso Dra. Raiza Ruiz, 1981.

     El Diccionario de la Real Academia Española define ´´tragedia« como: Situación o suceso luctuoso y lamentable que afecta a personas o sociedades humanas. Se trata del tema principal de esta sección, en la cual, hemos abordado diversos casos históricos ligados a desastres naturales, accidentes aéreos, fluviales y otros ocurridos en lugares públicos. Todos ellos contando con nuestro país Venezuela como escenario y registrando un número de víctimas abrumador. Si bien es cierto que el caso de la doctora Raiza Ruiz no cumple con algunas de estas condiciones resulta innegable que se trata de un acontecimiento que sorprendió y conmovió a los venezolanos durante mucho tiempo. La intensidad de esta experiencia y su gran impacto durante la década de los 80 lo convierten en un hecho trascendental y aquí en Radio Rescate colocaremos nuestro aporte para asegurar su estadía en la memoria de las nuevas generaciones.  

     Ocurrió el 01 de septiembre de 1981. Una avioneta, la Cessna YV-244-C, surcaba los cielos del estado Amazonas habiendo despegado en Maroa y con San Carlos como destino. En su interior se encontraban Rómulo Ordoñez quien tenía en sus manos los controles de la nave. El doctor José Manuel Herrera se encontraba con él. Salvador Mirabal, profesional retirado, también era parte de la expedición. Finalmente, la tripulación contaba con la presencia de la doctora Raiza Ruiz.

     El objetivo del viaje era encontrar a algunos de los colegas de la doctora que se encontraban en San Carlos. Todos juntos debían dirigirse entonces hasta Puerto Ayacucho en donde se efectuaría una protesta ante las autoridades para exigir mejores salarios y condiciones de trabajo. En la cabeza de estas personas jamás circuló la idea de que nunca llegarían a dicho destino.

     Algunas fuentes atribuyen el accidente a fallas técnicas que la avioneta sufrió. Otras afirman que fue la densa neblina la que hizo estragos en el desempeño del piloto. Lo cierto es que en cuestión de pocos segundos, la tripulación pronto se percató de que ya no se encontraban en el aire y que se hallaban rodeados de follaje. Se habían estrellado en los arboles. Los sobrevivientes del impacto (incluyendo a Raiza) tuvieron que abandonar la nave cuando de esta empezó a brotar fuego. Se vieron obligados a descender desde los troncos de dichos arboles. Salvador Mirabal no sobrevivió.

      Mientras tanto, en el aeropuerto de San Carlos de Río Negro hacían espera del Cessna YV-244-C varios doctores quienes también formarían parte de las manifestaciones en Puerto Ayacucho. Las nueve de la mañana era la hora pautada para el encuentro entre dicho grupo y la tripulación de la avioneta. Estas personas jamás vieron llegar el transporte aéreo. Habiendo pasado mucho tiempo y al no tener ningún tipo de información sobre sus colegas, la preocupación empezó a surgir. Por lo que informaron a las autoridades de Defensa Civil sobre la situación. Este ente a su vez comunicó los datos recibidos a la División de Búsqueda y Salvamento del Ministerio de Transporte y Comunicaciones quienes emprendieron las operaciones de rastreo y rescate correspondientes.

      El piloto Rómulo Ordoñez y los doctores José Manuel Herrera y Raiza Ruiz se hallaban en medio de la vasta jungla desorientados con múltiples fracturas y quemaduras alrededor de sus cuerpos. Era un lugar aterrador. Compacto. Con espeso follaje y vegetación que harían mucho más difícil la tarea de hallarlos. Decididos a buscar ayuda se pusieron en marcha por los intimidantes terrenos  de Maroa. Habiendo encontrado un riachuelo (Y tras haberse hidratado) resolvieron utilizarlo como sendero para que este los condujese hacia Río Negro (Arriesgándose a pensar que se encontraban cerca de San Carlos). Sin embargo, tras una larga jornada a pie, el doctor Herrera terminó muy agotado físicamente. Sus heridas, quemaduras y traumas se habían convertido en una carga demasiado pesada para él. Por lo que decidió permanecer en el sitio cerca del riachuelo. A pesar de que intentó convencerlos de que se quedasen a acompañarlo, Ordoñez y Ruiz sabían que debían continuar. Bajo la promesa de que regresarían con ayuda, permitieron descansar a Herrera en aquel lugar mientras ellos emprendían la marcha nuevamente. Esto con la esperanza de reunirse todos de nuevo en algún momento. Esto nunca sucedió ya que Herrera moriría poco después.

      El viaje fue tortuoso. Por la noche ambos atravesaron la ciénaga sin poder dormir a riesgo de ahogarse cuando el agua ya había alcanzado una notable elevación a causa de las lluvias. El piloto Ordoñez sufrió una lesión en el tobillo tras una caída. Las quemaduras de ambos amenazaban con empeorar luego de mucho tiempo de no haber sido atendidas apropiadamente y los insectos no dejaban de acosarlos. Todo esto sumado al hecho de que no se habían alimentado. La recompensa tras tanto esfuerzo en condiciones deplorables fue simplemente haber llegado a un paraje en el cual no se hallaba un alma. Solo una gran cantidad de árboles caídos. Un panorama desolador. Poco después Raiza se quedó sola ya que Rómulo murió a causa de sus complicaciones respiratorias.

       Hambrienta, cansada, herida e incluso al borde de la locura, la doctora Ruiz se dio por vencida tras varios días de caminata sin rumbo. Su cuerpo estaba hinchado y su piel era asediada por pequeños gusanos que la recorrían de arriba abajo. Era como si la muerte hubiese adornado y retocado su cuerpo antes de hacer su trabajo. Una infección que adquirió durante la travesía ahora le impedía orinar. Más allá de que las piernas ya no le obedecían, había incluso empezado a perder la vista. Tendida en el suelo no pasó mucho tiempo cuando sus plegarias dieron la impresión de haber sido escuchadas. Un grupo de niños pertenecientes al grupo indígena Baré la habían encontrado.

       Los pequeños no le brindaron ningún auxilio inmediato. Regresaron con su tribu para informar a los adultos sobre la situación y dejaron a la doctora Ruiz descansar en el mismo lugar en el que la encontraron por esa noche. Al día siguiente un grupo de hombres Baré acudieron a auxiliarla proporcionándole agua y desasiéndose de todos los gusanos que merodeaban en su cuerpo. Luego procedieron a llevarla lejos de aquel lugar hostil utilizando un enorme cesto conocido como ´´Catumare«. Para sorpresa y alivio de Raiza, uno de los hombres que conformaban el grupo manejaba el español. Por lo que no tardó en intentar contarle toda su experiencia. Sin embargo su mente ya se encontraba tan magullada como su cuerpo. Por lo que mucha de la información que le comunicó fue incoherente.

       Los Baré la transportaron hacia el Río Negro vía canoa. Luego de varias paradas en las que atenderían sus necesidades, terminaron en San Carlos, el destino original de la tripulación del Cessna YV-244-C. Tenían la esperanza de encontrar un equipo médico que pudiese sanarla. Pero descubrieron que la mayoría del personal médico se encontraba en Caracas. El motivo era perturbador: Habían asistido al sepelio de Raiza Ruiz. Según las autoridades y medios de la época, ella había muerto al igual que el resto de las víctimas del accidente. Únicamente se hallaban un odontólogo y una enfermera. Habiendo recuperado sus facultades mentales, fue la propia Ruiz quien dirigió la operación de sus heridas siendo esta ejecutada por los dos profesionales presentes.

      La novedad referente a la supervivencia de la joven llegó a oídos de las autoridades de Puerto Ayacucho que no tardaron en enviar una nave para recogerla y transportarla al hospital de la ciudad. Si bien cuando estuvo en óptimas condiciones, la movilizaron hacia Caracas en donde por fin pudo reencontrarse con su familia que la creía muerta desde hace días. La explicación de aquella terrible confusión fue la siguiente: Los equipos de búsqueda y salvamento habían hallado los restos de la avioneta y el cuerpo calcinado de Salvador Mirabal. Del resto, únicamente encontraron huesos y pedazos de carne (que realmente era carne de lapa y venado que habían comprado los doctores para llevarlo a San Carlos). Las autoridades asumieron que esto era lo poco que había quedado de la tripulación a juzgar por las pertenencias materiales que se hallaban cerca. La versión oficial que se había esparcido era que todos habían muerto. 

       El caso de la supuesta muerte y resurrección de la doctora Raiza Ruiz fue motivo de gran conmoción en el país durante mucho tiempo. Hoy en día sigue siendo recordado y discutido por muchas personas. La gran protagonista de esta historia aun sigue lidiando con los pesares de haber fallecido en 1981 para el estado venezolano. No obstante siempre se le debe tomar en cuenta como una valiente persona cuya voluntad e inteligencia le permitió ser el objeto de un autentico milagro. El haber sobrevivido a una horrible travesía en el Amazonas de la cual no parecía haber esperanza.

Raúl Briceño

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