El personaje femenino en el cine nacional.
La mujer madre, en el ambiente hogareño, la mujer licenciada en el ámbito profesional y la mujer universitaria o bachiller en el terreno académico. Todas ellas, poseen y desempeñan un rol sustancial dentro de las sociedades del mundo, la venezolana no es la excepción. Teniendo esto en cuenta, debemos recordar que el arte imita a la vida. En el caso de las películas, muchas veces nos encontramos con historias similares a nuestras propias vivencias. Así como también, personajes que nos resultan familiares, pues a diario tratamos o lidiamos con individuos similares a quienes vemos en pantalla. Todos estos elementos podemos hallarlos en el cine venezolano, pues muchas veces, este se desenvuelve como una plataforma de retrato o crítica social. Como consecuencia de esto, se pueden encontrar a muchos personajes femeninos que, de alguna forma u otra, son la representación de muchas de las realidades de nuestra sociedad.
Maroa (2006) de Solveig Hoogesteijn, será nuestro primer ejemplo. La protagonista de esta película, es una pequeña niña que recibe de la calle, la aceptación y respeto que jamás recibió en su propia casa por parte de su indolente abuela. Esta idea nos recuerda, tristemente, a la situación de muchos niños en el mundo que, al igual que Maroa, conocen muy pronto, una de las peores caras de la vida al ser azotados por el frío y el recelo de la sociedad del mundo exterior. Razón por la cual, dichos niños y la propia Maroa, se entregan al robo como único medio para sobrevivir. Afortunadamente, la vida no solo da vueltas en contra sino también, a favor de cada individuo. Esto queda demostrado cuando la pequeña Maroa conoce el maravilloso mundo de la música. Como el lector posiblemente ya se habrá imaginado, la niña tiene la posibilidad de escapar de las inclementes calles y de la crueldad de su hogar, por medio de sumergirse en la belleza y compasión de las melodías. Esto, con ayuda de un joven profesor que ve gran potencial en ella para convertirse en una verdadera artista. El éxito no es nada fácil de alcanzar. Muchas veces, debemos atravesar por una etapa de vida precaria, para luego ser bendecidos con la dicha y prosperidad.
Si nos quedamos con la idea de aquellos jóvenes que se entregan a la actividad delictiva como modo de vida, también podemos mencionar la película El rumor de las piedras (2011) de Alejandro Bellame P. Sin embargo, a diferencia de nuestro primer ejemplo, en esta ocasión no contamos con la perspectiva de una niña, sino de una mujer. Para ser más específicos: una madre. Esta es Delia, interpretada por Rossana Fernández, una joven adulta quien debe lidiar con la difícil situación de tener un hijo delincuente. Al mismo tiempo, debe velar por el futuro de su segundo hijo, más pequeño, en un ambiente peligroso. La tarea de este personaje no es nada fácil, como habrán notado los lectores. Delia, en este caso, funciona como ejemplo de que la rebeldía a temprana edad no solo afecta al joven como tal, sino también, a sus cercanos. Especialmente, quienes se preocupan por él. Y es que en El rumor de las piedras, lo que se presenta ante nosotros es la angustiosa imagen, dura de digerir, de la criatura mas amorosa del mundo (una madre), luchando en el centro de un panorama de armas de fuego y drogas, con el objetivo de salvar a un vástago a quien ya nada le importa. Tal vez, ni siquiera ese amor incondicional.
Aun sin salirnos del margen de la inseguridad, otro largometraje que debemos mencionar es Piedra, papel o tijeras (2012) de Hernán Jabes, la cual nos ofrece un tercer punto de vista. Se trata del de una mujer adulta llamada Mariana (Gloria Montoya) que, a pesar de ser madre al igual que Delia, no debe manejar a un hijo problemático sino el secuestro de su pequeño descendiente: Luis (Iván González). A pesar de que esta obra audiovisual posee varios personajes principales, no podemos evitar concentrarnos en la angustia y el temor de Mariana, a quien no le importa despojarse de todo lo material con tal de salvar la vida de Luis. Sin embargo, el personaje de Gloria Montoya no resulta del todo fácil de compadecer, pues tanto ella como su esposo Héctor (Leónidas Urbina), poseen cierto grado de culpa en esta tragedia, debido a su propia imprudencia e irresponsabilidad, producto de un distanciamiento entre marido y mujer. A pesar de no tratarse de malos padres, en la película, permiten que sus diferencias, rencores y pecados, les hagan olvidar lo más importante: El cuidado del infante. Nos hace reflexionar acerca de las condiciones verdaderamente esenciales para ser una buena madre o un eficiente padre.
El distanciamiento entre parejas es sin duda, una triste realidad. Pero aunque no lo crean, puede tener su lado gracioso. Y es que toda forma de comedia se basa en el dolor. Eso puede demostrarlo la película Papitas, maní y tostón (2013) de Luis Carlos Hueck. Una comedia que nos cuenta la historia de los amantes del beisbol: Andrés (Jean Pierre Agostini) y Julissa (Juliette Pardau). Fanáticos de los equipos Leones del Caracas y Navegantes del Magallanes, respectivamente. Por absurdo que suene, la calurosa rivalidad, bien sabida, entre ambas formaciones, podría ser suficiente para colocar un muro idealista entre ambos individuos. Casi imposible de penetrar y que garantizaría que nunca habrá nada entre ellos, más que odio. Sin embargo, el detalle está en que Julissa no sabe nada acerca de los gustos de Andrés, por lo que este intentará conquistarla. A pesar de ser una idea principal disparatada, nos recuerda la importancia de dejar desarrollar el amor interpersonal aunque existan diferencias. Como personaje, Julissa es preciosa, simpática y genuinamente graciosa. El tipo de persona que sería una lástima perder por diferencias triviales. Si conoces a alguien que verdaderamente vale la pena, no te alejes de esa persona por tonterías como el orgullo y querer tener la razón. Ese es el mensaje básico de esta comedia. Por otra parte, tampoco deberías negarte a ser feliz. Aun si temes a la toma de decisiones difíciles. Eso lo aprendimos de Eva, la costurera residente en Cuba, interpretada por Prakriti Maduro en Habana Eva (2010) de Fina Torres.
Eva tiene grandes sueños: convertirse en diseñadora de modas. Pero además de su monótona rutina, algo más la distrae de lograr esa meta. Y es que está perdidamente enamorada de un misterioso caballero. Un fotógrafo venezolano llamado Jorge (Juan Carlos García). A la vez que descubre algo especial entre los dos, debe pensar en su novio Ángel (Carlos Enrique Almirante), con quien se supone que pronto se casará. Ella se preguntará ¿A quién debería elegir? Una complicada elección ¿no es así? A veces se torna difícil cuando tienes dos opciones y ambas parecieran querer llevarte por el camino de la felicidad. Además ¿Qué pasará con su sueño de ser diseñadora? ¿Quedará inerte ante esta situación? ¿Cómo siquiera saber cuál es la mejor opción? Sin duda, es toda una aventura emocional. Como también lo es Liz en septiembre (2013), otra entrega interesante cortesía de Fina Torres. Su protagonista resulta muy llamativo, esta es Liz (Patricia Velásquez), una hermosa y extravagante modelo que es cautivada por una mujer casada y que busca conquistarla pues, lamentablemente, padece de cáncer y quiere a una compañera para pasar sus últimos días de vida con alguien que le brinde calor y confort.
El amor es algo complejo y a veces doloroso. Pero sin duda alguna, es la fuerza más potente del ser humano. Tanto así que incluso, puede desafiar a las siniestras potencias de lo sobrenatural ¿No me creen? Pregúntele a Ruddy Rodríguez cuando puso en práctica esta teoría en La casa del fin de los tiempos (2013) en el papel de Dulce, una madre acusada de asesinar a su esposo y a su hijo. Ella cumple con arresto domiciliario dentro de la lúgubre casa en donde ocurrieron ambos homicidios. Sin embargo, no debemos confundirnos, pues ella es inocente. Y cuando las fuerzas de lo que no está en nuestra dimensión, empiecen a interferir en la ya atormentada vida de Dulce, ella deberá enfrentarlas y descifrar el camino que la guiará hacia la verdad ¿Podrá enmendar lo ocurrido y hacer que todo regrese a la normalidad a pesar del hecho de que sus seres queridos están muertos? Ella descubrirá que es posible, cuando te sumerges en mundos que no conoces… Desgraciadamente, a veces la vida nos presenta problemas que se escapan de nuestras manos. No siempre terminamos con bien. El tiempo, el prejuicio y la distorsión de la realidad juegan en nuestra contra para asegurarse de eso. Sin embargo ¿Qué es más grande que el amor de una madre? ¿Qué puede doblegarlo? A veces me hago esa pregunta a mí mismo y luego de meditarlo por varios minutos, no obtengo respuesta…
Ahora, les pregunto ¿Quién mejor para representar el cine venezolano que un héroe nacional? Por supuesto que pensaremos en Bolívar, Sucre, Miranda y demás nobles caballeros que ya han sido los estandartes de varias obras audiovisuales. Si tratamos de pensar en candidatas femeninas, Manuela Sáenz es un buen ejemplo. Beatriz Valdés la interpretó con valentía en una película dirigida por Diego Rísquez del año 2000. La cinta se llamó Manuela Sáenz: La libertadora del libertador. En este largometraje, recordamos los apasionados momentos y emocionantes intrigas que compartieron la heroína de la independencia y el padre de la patria, Simón Bolívar. Su figura es retratada como la de una mujer fría, resentida e incluso desdichada. Pero debemos entender que el amor verdadero lo es todo. Cuando se nos es quitado, no queda nada en nosotros. Y es que Manuela Sáenz fue quizás la primera persona que verdaderamente le rindió culto al libertador. Todos guardamos sufrimiento en nuestros corazones, incluso los héroes, no se confundan. Sin embargo, hoy en día tratamos de desembocar la más grande admiración e incluso, amor, por nuestras leyendas patriotas y derramarlo sobre cualquier sombra de tragedia pasada.
El 16 de febrero de este año, se estrenó el documental Nos llaman guerreras de Jennifer Socorro, Edwin Corona y David Alonso. Nos narra las hazañas de la división femenina de futbol sub 17 de nuestro país. El audiovisual es toda una tesis que expone el esfuerzo, sudor, sufrimiento, limitaciones y triunfos de estas atletas. Historias como esta son las que vale la pena contar para algunos y observar para otros. Y no deja de ser una realidad más en nuestras vidas. Sin duda, queremos conocer aun más. Deseamos que los cineastas venezolanos sigan trayéndonos proyectos de gran nivel y calidad. Aun existen muchos relatos que deben ser proyectados y van de la mano de mujeres y hombres que sin duda, en tienen detrás de sí, una buena historia que contar.
Raúl Briceño